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Él: "¿¿Crees en Dios…??
Dime!! ¿¿crees en Dios??".
Yo: "Creo en tí, amigo mío"…
Entonces apartó el cuchillo de mi garganta, bajó la cabeza y dijo con amargura:
"Antes, César, yo era como tú…: normal...", y lloró desconsoladamente.
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